La señorita Minerva Lane es exactamente lo que quiere ser: una tranquila y gafosa solterona. Después de todo, la última vez que fue el centro de atención, acabó de mala manera – tan mal que se cambió el nombre para escapar de su pasado. Las solteronas tal vez no resulten muy atractivas, pero al menos no las pisotean. Así que cuando llega a la ciudad un duque joven y guapo, lo último que pretende es llamar su atención.
Pero eso es, precisamente, lo que ocurre. Porque Robert Blaisdell, el duque de Clermont, no se llama a engaño. Minerva sabe en qué anda él metido, y entonces Robert se da cuenta de que ella es algo más que sus gafas y su apariencia tranquila. Está decidido a descubrir cada secreto de Minerva antes de que ella descubra el suyo. Pero en este reto, una tímida señorita puede estar sobradamente a la altura de un duque...
0,5º El affaire de la institutriz
Ella no se rendiría…
La institutriz Serena Barton había sido despedida de su puesto tres meses atrás. Como no podía encontrar otro empleo, optó por exigir compensación al hombre culpable de su despido, un duque mezquino, egoísta y canalla. Pero no era al duque al que temía, sino a su mano derecha, el hombre conocido como el Lobo de Clermont. El temible expugilista se había labrado muy mala fama solventando los asuntos sucios del duque y, aunque Serena sabía que no podría nada contra él, tenía que intentarlo, pues estaba en juego todo su futuro.
Él no podía ceder…
Hugo Marshall era ambicioso y despiadado, características ambas que le habían servido para subir de hijo de un minero del carbón a mano derecha de un duque. El día que su jefe le ordenó que se librara de la molesta institutriz por las buenas o por las malas, para él era solo un día más de trabajo. Desafortunadamente, no consiguió convencer a Serena por las buenas y, a medida que la fue conociendo, descubrió que no era capaz de hacerlo por las malas. Pero solo podría satisfacer sus ambiciones si ella se iba. Tenía que elegir entre la vida que buscaba y la mujer a la que había empezado a amar.
La señorita Jane Fairfield no podía hacer nada bien. Cuando estaba en compañía, siempre decía lo que no debía… y lo decía mucho. Por muy caros que fueran sus vestidos, siempre estaban en el lado contrario del buen gusto. Ni siquiera su inmensa dote podía salvarla de ser objeto de mofa.
Y eso era precisamente lo que ella quería. Estaba dispuesta a todo, hasta a ser humillada, con tal de seguir soltera y proteger a su hermana.
El señor Oliver Marshall tenía que hacerlo todo bien. Era hijo bastardo de un duque, criado en circunstancias humildes, y pretendía dar voz y poder a la gente humilde. Si daba un paso en falso, nunca tendría la oportunidad de hacer nada. No le ayudaría acudir al rescate de la mujer equivocada. Y mucho menos le ayudaría enamorarse de ella. Pero la valiente y encantadora Jane tenía algo a lo que él no se podía resistir… aunque eso pudiera implicar el desastre para los dos.
3º La Conspiración de la Condesa
Sebastian Malheur era un libertino de los más peligrosos, un libertino educado. Cuando no escandalizaba a las damas en el dormitorio, ultrajaba a la buena sociedad con sus teorías científicas. Era un hombre deseado, injuriado, aclamado y despreciado… y se reía de todo ello.
Violet Waterfield, la condesa viuda de Cambury, por su parte, era muy respetable y quería seguir así. Pero tenía un secreto muy deshonroso, un secreto que la vinculaba de un modo irrevocable con el canalla más famoso de Inglaterra. Las teorías científicas de Sebastian no eran suyas, eran de ella.
Por eso, cuando Sebastian amenazó con disolver su conspiración de años, ella intentó hacer lo que fuera por salvar su colaboración… aunque eso implicara abrir su vulnerable corazón al libertino que podía destruirlo para siempre.
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